miércoles, 31 de mayo de 2017

¿Qué rumbo para Latinoamérica y el Caribe?

Por Víctor Manuel Barceló R.

Veíamos como enormes cambios en la vida planetaria, impactan Latinoamérica y Caribe con rasgos relevantes y positivos, en cuanto a conflictos ancestrales y recrudecimiento en otros. La enorme asimetría de poder entre el imperio y el resto de América, no cambia. Más la relación E.U. Región ya no es una sola “política de control”. Se despliegan diferentes estrategias bilaterales o subregionales con México, América Central y el Caribe como el área profundamente integrada -migración y comercio- a E.U.



La andina es preocupación extrema para E.U. por la inestabilidad política, avances hacia el progresismo y el narcotráfico. El Cono Sur logró un margen de maniobra suigéneris. Antes de Trump la agenda para la Región se apoyaba menos en la geopolítica, seguridad nacional e ideología y más en la economía y asuntos compartidos como: narcotráfico, ambiente y migración.

En ese esquema tendrá que trabajarse para encontrar vías de crecimiento y desarrollo regional, que pongan en manos de los habitantes de cada nación, la decisión de su destino inmediato y futuro. La sumatoria de tales decisiones llevará al cambio de rumbo para dar a todos felicidad personal, familiar, local, nacional y regional.

Los factores que se oponen y a la vez, pueden impulsar al avance del desarrollo interno y sustentable de la Región son fundamentalmente: el fortalecimientos de posiciones de agrupamientos de avanzada, a los que habría que incorporar a las luchas indígenas; la controversia en ámbitos de análisis, en cuanto a la visión hegemónica de desarrollo, a que llega el ensanchamiento de la explotación irracional del subsuelo (petróleo, agua y minas); la puesta al día del rostro de la dependencia –ampliamente estudiada y documentada en el siglo XX-; la reacción parcial, por regiones, frente a tal fenómeno que tiene organismos arraigados en la conciencia de las naciones que lo integran y el avance democrático que eleva al poder, por decisión popular, a gobiernos denominados progresistas. Puede haber más factores político-ideológicos, pero las relaciones recíprocas y la mecánica recurrente, juegan papel dominante en la transposición del contexto político-social a escala regional, fundamentalmente por zonas marcadas como: Sur, Centro y Norte de América.

El novedoso ciclo político-económico-social aparece en la Región, en el año 2000. Se trata de un proceso en transición, que afecta de manera distinta a diversos países, pero siempre en manos del protagonismo gradual de corrientes sociales, a expensas de la crisis de los partidos políticos tradicionales y sus procedimientos de representación. Así surge, en el país más al norte de Mesoamérica (México) un empeño por terminar con la hegemonía de un partido –constructivo y social en sus principios- que para fines de los ochentas del siglo XX ostentaba un gobierno que había echado por la borda los principios de la Revolución Mexicana –inscritos en la Constitución Política del país- abriendo de par en par las puertas al capital transnacional, adoptando las normas del llamado “Consenso de Washington”.

Esta apertura llevó a feliz término la búsqueda de sacar del poder al Partido Revolucionario Institucional (PRI) que decaía en la defensa de los intereses nacionales, pero con el ascenso al poder de un partido que siempre se ostentó en la derecha, Partido Acción Nacional (PAN) y cuyos resultados, con dos gobiernos que suman 12 años, fueron nefastos para la vida de los mexicanos al afectarse su nivel de vida, declarando “guerra” al narcotráfico –que provoca muertes al por mayor por casi todos los rumbos de la nación- y entregando el mercado interno –que había tenidos grandes logros en hidrocarburos y el alcance de la soberanía alimentaria- a intereses transnacionales. El avance del neoliberalismo –término acuñado para caracterizar tal fenómeno global llegó a su máxima expresión, en la mayoría de los que integramos la Región Latinoamericana y Caribeña.

Pero la discusión, análisis y propuestas para combatir al neoliberalismo y el empeño para relegitimar el discurso político radical, encontró resultados positivos en otras naciones de la Región. El cambio de época - Maristella Svampa señala- tomó un nuevo giro con la emergencia de gobiernos que, en base a políticas económicas heterodoxas,  articularon demandas inspiradas desde lo local, valorizando la cimentación de un ámbito regional que pretende escapar de las presiones transnacionales. No pocos autores alentaron grandes expectativas de cambio y vieron con optimismo el “giro a la izquierda”, la “nueva izquierda” y el «pos neoliberalismo», entre otros. Pero fue inconsistente la apreciación, al no mostrar rasgos atendibles de confianza en el futuro de la autodeterminación regional.

Estos nuevos gobiernos inauguran la desinencia genérica de “progresismo”; para algunos demasiado amplia; pero tal clasificación permite incluir diversas corrientes ideológico-políticas y ensayos gubernamentales, que van de inspiración más institucionalista-histórica hasta absoluta, siempre sujetas a procesos constituyentes. América Latina y el Caribe llegan a estos momentos, tras sufrir y seguir sufriendo muchos años de neoliberalismo y sus ajustes fiscales. El progresismo fue surgiendo como expresión social, espontánea, habitual, soslayando infinidad de experimentos y probabilidades de cambio hacia rutas normadas. No hubo consideraciones ortodoxas que le frenara, tampoco apoyo ideológico-político que le hiciera ver problemas por venir de la esfera externa, por dependencia del comercio exterior.

Los problemas que hoy aquejan a los países progresistas, provienen del ámbito planetario. El predominio progresista se ató al incremento espectacular en precio de los commodities petróleo, minerales y alimentos-. Las economías de la Región fueron muy beneficiadas por precios crecientes de exportaciones de productos primarios, durante la primera década del siglo que corre y algunos años más. En tal contexto, gobiernos, más allá de signo ideológico, apostaron por ventajas comparativas, prepararon el retorno de la visión “productivista” del desarrollo y negaron o escamotearon crecientes conflictos liados a ellas. Las reformas estructurales, cuando las hubo, fueron entreguistas del patrimonio y la conciencia nacionales. Igual se las sustituyó, con políticas de endeudamiento y crecientes tasas de interés, provocando inflación y control de precios. Daños ambientales, e impactos socio-sanitarios no fueron considerados en los modelos de desarrollo.

Con esos factores, el cambio de época configuró un ambiente complicado en el cual, una de las apostillas mayores es el vínculo entre tradición populista y paradigma extractivista, señala Svampa. Categorías críticas como la de “(neo) extractivismo”, “mal desarrollo”, “nueva dependencia” o “populismos del siglo XXI”, y otras de tipo propositivo, como “autonomía”, “Estado Plurinacional”, “buen vivir”, “bienes comunes”, “derechos de la naturaleza”, “ética del cuidado” o “pos extractivismo”, cruzan los debates intelectuales y políticos, así como las luchas sociales en puerta, para proponer modos variados, en ocasiones incompatibles de imaginar la relación: economía, sociedad, naturaleza y política. Ver: M. Svampa: “Consenso de los Commodities” y lenguajes de valoración en América Latina. En Nueva Sociedad No 244, 3-4/2013, disponible en www.nuso.org


v_barcelo@hotmail.com

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