miércoles, 28 de junio de 2017

Todas las muertes del Califa

Por Leandro Albani

Raqqa, la ciudad del norte de Siria que se transformó en la capital del Estado Islámico (ISIS), desde hace semanas se convirtió en la arena donde los terroristas comandados por Abu Bakr Al Baghdadi caen derrotados día tras día, en una muestra clara del retroceso permanente de un grupo que todavía conmociona al mundo. Y su líder, rodeado del más profundo misterio desde su única aparición pública en 2014, parece que ahora corre la misma suerte que sus predecesores Osama Bin Laden –líder de Al Qaeda- y el Mullah Mohammad Omar –máximo responsable del movimiento Talibán-. Escondidos y acechados, Bin Laden y Omar perdieron sus vidas en medio de un halo de secretismo y conjeturas, lo mismo que Al Baghdadi, si es que se confirma la declaración realizada este jueves por el gobierno de Rusia.


El 16 de junio pasado, el ministerio ruso de Defensa anunció que se encontraba “validando” la información sobre la supuesta muerte de Al Baghdadi, ocurrida el 28 de mayo en una zona al sur de Raqqa, luego de un ataque la fuerza aérea rusa. En ese momento, Moscú divulgó que en el bombardeo -efectuado con drones y de una duración de apenas 10 minutos-, también había ultimado a 330 terroristas y altos funcionarios del Consejo de Guerra del Estado Islámico que se encontraban reunidos. Entre los dirigentes de ISIS muertos figuran Abu Al Jadji -el “emir” de Raqqa-, Ibrahim Al Jadj -responsable del control militar de la región que rodea a Raqqa- y Suleimán Al Shauaj -jefe de seguridad de ISIS-. Al conocerse esta noticia, el canciller ruso Serguei Lavrov dijo que no tenía “una confirmación al cien por cien de la información”.

Pero hace poco más de 24 horas, el viceministro ruso de Asuntos Exteriores, Oleg Syromólotov, declaró que “con gran probabilidad se puede decir que el líder del Estado Islámico fue abatido”. El funcionario igualmente aclaró, según la agencia RIA Novosti, que “esta información está siendo verificada por distintos canales”.

El hombre de negro
Al Baghdadi se mostró en público en la gran mezquita de Mosul, ciudad del norte de Irak, cuando ISIS comenzó a barrer con sangre y muerte los territorios iraquí y sirio. Vestido de negro, de paso lento y rosto adusto, en 2014 el autoproclamado Califa llamó a sus fieles a lanzar una guerra sin cuartel contra los “infieles”, un sector conformado por casi toda la población que no rindiera pleitesía a sus secuaces. Cristianos, chiitas, alauitas, yezidíes, kurdos, musulmanes sufíes, todos fueron blanco del Estado Islámico.

Antes de ser el hombre más buscado del mundo, Al Baghdadi era un ambicioso yihadista llamado Ibrahim Awwad Ibrahim Al Badri, nacido en la ciudad de Samarra en 1971 y doctorado en estudios islámicos por la Universidad de Bagdad. Aunque su vida se reconstruyó sobre una telaraña de interrogantes, existen coincidencias en que el Califa se unió a grupos terroristas en 2003, durante la invasión de Estados Unidos a Irak. Apenas un año después fue apresado y estuvo once meses recluido en el centro de detención Camp Bucca, controlado por las fuerzas estadounidenses. En ese lugar comenzó a tejer su relación con miembros de Al Qaeda, organización a la que se integró. Al mismo tiempo, en la prisión entabló relaciones con ex militares del gobierno de Sadam Husein, muchos de los cuales se sumarían a ISIS y conformarían la columna vertebral de la organización, debido a su experiencia militar y territorial. Luego de varias divergencias y enfrentamientos con el liderazgo de Al Qaeda, Al Baghdadi se lanzó a crear su propia organización, que con el tiempo desembocaría en el Estado Islámico.

En las diferentes versiones de su derrotero, Al Baghdadi fue presentado como hijo de una familia laica y afiliada al Partido Bass iraquí, que en la universidad tomó contacto con los Hermanos Musulmanes (HM), cuestionada organización creada en 1928 por Hasan Al Bana en Egipto y que en la actualidad recibe el respaldo de Qatar. Por su parte, Turki Al Bin Ali, seguidor de ISIS y biógrafo del Califa, argumentó que los orígenes de Al Baghdadi se remontan a la tribu Quaraysh, a la que pertenecía el profeta Mahoma. Esta versión, cargada de un efecto mediático que ISIS ha sabido explotar, muestra a Al Baghdadi como un representante legítimo que llegó para liberar al mundo musulmán. “El jeque, el guerrero, el erudito que practica lo que predica. El orador, el líder, el revitalizador, descendiente de la familia del Profeta”, así fue presentado el Califa cuando el portavoz del Estado Islámico lo anunció en la gran mezquita de Mosul.

Antes de ser el terrorista más peligroso del mundo, el entonces Ibrahim Awwad Ibrahim Al Badri apareció en una serie de fotos junto al senador estadounidense John McCain, quien ingresó a Siria de forma ilegal en 2013 y se reunió con integrantes del Frente Al Nusra, filial de Al Qaeda en territorio sirio, y del Ejército Libre Sirio (ELS), primer grupo que se levantó en armas contra el gobierno del presidente Bashar Al Assad y es respaldado por Turquía.

Pero si de misterios se trata, las declaraciones más impactantes las brindó el ex integrante de la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos (NSA), Edward Snowden, al revelar que los servicios de inteligencia británico y estadounidense, junto al Mossad israelí, trabajaron en coordinación para crear al Estado Islámico. Según documentos filtrados, Al Baghdadi recibió entrenamiento militar durante un año por parte del Mossad, además de cursos de teología y de oratoria. También se difundió que la verdadera identidad del Califa es Elliot Shimon y que se desempeña como agente de la inteligencia israelí.

Resurrecciones y derrotas
Protegido por una tropa de seguridad que se llegó a calcular en 300 combatientes, Al Baghdadi transcurrió sus últimos años entre Mosul y Raqqa, aunque algunos medios difundieron que el líder de ISIS se podría haber trasladado a Libia, país del norte de África destruido en 2011 luego de ocho meses de bombardeos de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Cuando esta versión vio la luz, la idea no era tan descabellada, ya que las primeras milicias de ISIS comenzaban a moverse por territorio libio, confrontando con otros grupos de su misma naturaleza, e intentando controlar los puertos y yacimientos para traficar el petróleo, uno de los grandes negocios del Estado Islámico en estos últimos años.

El Califa, desde las oscuridades del misterio, fue dado por muerto en varias ocasiones. El 11 de junio, el Daily Mail, recogiendo información de la televisión siria, indicó que había sido neutralizado en un ataque aéreo, aunque aseguraba que los sitios web vinculados a ISIS no confirmaban la muerte de su jefe. En febrero de este año, se informó que Al Baghdadi había resultado gravemente herido durante un ataque de la aviación iraquí en la ciudad de Al Kaim. En octubre de 2016 se difundieron reportes según los cuales el líder de ISIS se encontraba grave después de haber sido envenenado junto con tres comandantes del grupo terrorista. En junio del mismo año, varios medios difundieron que Al Baghdadi podría haber sido herido en un ataque aéreo lanzado por la Coalición Internacional encabezada por Estados Unidos. Ya en abril de 2015 se divulgaron noticias sobre un bombardeo que había dejado gravemente herido al terrorista.

Hasta ahora, Al Baghdadi parece haber escapado de todas estas versiones periodísticas, como también de las operaciones militares que mantienen acorralado a ISIS. Controlando apenas el dos por ciento de Mosul y desperdigado en reducidos focos en Siria, el Estado Islámico se dirige a una inminente derrota militar. La caída de la capital del Califato en Raqqa es cuestión de días, mientras que ISIS intenta golpes desesperados para no desaparecer en el terreno, como tampoco de la escena mediática, un arma que supo utilizar con astucia y precisión, generando un fuerte impacto en la sociedad.

Los últimos atentados terroristas en Europa, Irán y Afganistán confirman que el Estado Islámico, ante la caída masiva de sus combatientes, apuesta a esta metodología. La toma de la ciudad de Marawi al sur de Filipinas y su presencia en el norte y centro de África, demuestran que ISIS es una organización con capacidad financiera, no sólo por el tráfico ilegal de crudo, la venta de mujeres secuestradas y el robo de antigüedades, sino porque los canales por los cuales recibe dinero desde Arabia Saudí, Turquía e indirectamente de Estados Unidos y Europa continúan abiertos.

Bajo la proclama de reunir y homogenizar a la comunidad musulmana de todo el mundo, pero duramente golpeado y diezmado, ISIS sigue levantando las banderas del wahabismo, ideología oficial de la monarquía saudí, donde confluyen las interpretaciones más ortodoxas del Islam, un férreo control social, la represión como forma de vida y una economía feudal y funcional a los intereses de las potencias occidentales.

Abu Bakr Al Baghdadi ahora suma otra muerte a su historia, una muerte que de confirmarse será el acta de defunción de ISIS tal cual se conoce. Sus seguidores y combatientes no tendrán problemas en conformar otros grupos terroristas o mudarse a los que ya existen. El dinero y el poder son los que mandan a la hora de definir en qué fila deben enrolarse los terroristas.

En la gris historia del Califa quedan las cientos de miles de muertes de las que es responsable y un Medio Oriente frágil y desestabilizado, situación que, vaya casualidad, es funcional a las políticas de Washington y sus aliados.
leandroalbani@gmail.com


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